Si se han dado cuenta, la sociedad actual parece estar mucho mas atenta al desarrollo armónico de los niños en un ambiente libre de contaminación, de abusos físicos y psicológicos y de traumas que puedan marcar la vida presente y futura de cualquier menor. Hoy en día, por ejemplo, abundan mucho los psicólogos y psicólogas infantiles, los anuncios en contra de la violencia infantil y las políticas públicas para asegurarle a todo infante sus derechos propios de niños.
Un ejemplo claro de esto se dio cuando los padres de hoy supieron de la existencia de la famosa zaga
"Dragon Ball", que estimulaba la violencia entre niños y preadolescent

es, además de que, según estudios serios, las destellantes imágenes podían causar cierto grado de epilepsia en quienes estuviesen expuestos prolongadamente a estas luces.
"Los Caballeros del Zodíaco", también fueron el blanco de críticas por parte de esta sociedad que permanentemente busca (o aparenta buscar) un desarrollo pacífico de su progenie, tildándolos de extremadamente sangrientos y violentos. Y esto con muchos otros dibujos animados que "incitaban" a los niños a actividades poco morales. Incluso supe de algunas familias más conservadoras que les habrían prohibido a sus hijos sintonizar Discovery Kids luego de escuchar sobre la tendencia homosexual de
"Tinky Winky".
Ya!. Pero por favor "no nos pisemos la manguera entre bomberos". Aquellos padres y madres que ahora levantan la bandera del "derecho de los niños" fueron LOS MISMOS que nos enseñaron juegos que por nuestra blanca conciencia infantil asumíamos como inocentes y casi cándidos, pero se han puesto a pensar realmente que muchas de las atrocidades que hostigan a nuestra sociedad actual podrían ser sólo la punta del iceberg de una conducta que tiene sus bases en aquellos "tiernos juegos infantiles" que nuestros apoderados defienden tanto, ¿ah?.
Por ejemplo. Se critica que los jóvenes de hoy ya no tienen el matrimonio como meta de toda relación de pareja... pues bien, recordemos el triste caso de la tierna
"Alicia" que
"va en el coche". Va a ver a su papá con un lindo pelo. ¿Dónde estaba ese papá?. La interrogante deja paso a una sola respuesta... su padre no vivía con su madre. En realidad la canción que nos cantaban con "hipócrita" bondad no es más que el canto de algunos matrimonios separados que dejan a sus hijos en el desamparo y el abandono, incluso de su propia presentación personal, porque claro, Alicia puede tener un muy lindo cabello, pero en medio de las peleas de sus padres la canción continúa diciendo
"¿quién se lo peinará?, Carolín Cacao, leo lao". Luego de esto podríamos atrevernos a decir que Alicia no iba a ver a su papá llevada por su propia madre, sino a cargo de
"Carolyn", una sustituta de otra nacionalidad.
Pero este caso de quiebre de familia nos lo inculcaron también con ejemplos que parecían tiernos pero que a la larga era uno más de los dictámenes inconcientes de los que éramos víctimas..., es el caso de
"los pollitos".
"Los pollitos dicen, pío, pío pío, cuando tienen hambre, cuando tienen frío. La gallina busca el maíz y el trigo (¿dónde está el gallo en ese minuto?)
, les da la comida y les presta abrigo (el abrigo era de la vecina porque a gallina no le alcanzaba el dinero para comprar uno a cada pollito). Un gallo ausente, quizás metido en qué boliche de mala muerte, deja a su suerte a la madre gallina que junto a sus pollitos (que por la canción no reciben pensión alimenticia) forman un hogar monoparental.
Hablábamos de la violencia que ejercen las animaciones japonesas sobre nuestros niños, pero ¿alguien reparó en la actitud abusiva sobre la
Niña María?. Se cuenta que
"La niña María estaba en el baile", bailando que bailando que bailando. ¿Era acaso un baile improvisado por su propia alegría?. Pues ¡NO!. María bailaba OBLIGADA a bailar un ritmo desconocido por un extraño ser, ya que la canción nos narra qe
"sino lo baila, CASTIGO le dará". Y no le dará castigo a la niña como María, sino ahora como
"Soledad". Es decir, estamos frente a un patético caso de
"trata de blancas", donde esta tierna niña que por el día es María y por las noches pasa a llamarse "Soledad", es duramente obligada a bailarle a quién sabe qué degenerado para no recibir castigo.
Pero claro, nuestros padres buscaban disfrazar estos verdaderos mensajes subliminales para hacernos pasar un momento agradable de diversión y risas... ¡hasta cuándo la incoherencia!, si cuando nos reíamos en medio de la
"ronda de San Miguel" debíamos irnos al cuartel. Es decir, la alegría era sinónimo de rebeldía, de conducta antisocial (recordemos que en nuestra época, los calabozos de los cuarteles no eran como los sabemos ahora). Y más encima ir a un "cuartel", para seguir abriendo las históricas heridas del pasado.
Por favor, aguanten un poco más de horror, no minimicen esta ventana ni vayan a la página principal de su explorador sin antes conocer que la desgraciada brecha que existe entre los que ganan más y los que ganan menos es una realidad que creció al son de una particular canción discriminatoria:
"Los Maderos de San Juan". Así es, aunque a nuestros padres y madres les cueste asumir el costo de su cruda canción. Qué triste, queridos amigos y amigas, la realidad que viven quién sabe qué número de trabajadores de la madera en la localidad de San Juán, donde en medio de la contaminación del asserrín (
"y aserrán"... rima estúpida para hacer "más linda" la canción), piden pan y NO LES DAN. Víctimas de un aprovechamiento y explotación laboral que aún se vive en nuestra sociedad, los maderos hacen un alto y piensan: "¿por qué pedir sólo pan si nuestro sacrificado trabajo merece mucho más que eso?". Entonces cuando toman su dignidad en las manos y frente en alto marchan a pedir el tan ansiado
"queso", reciben a cambio el enjuto material que engalana la infantil canción ni siquiera digno de ser llamado "alimento": un
"hueso". Y no contentos con ese atropello a los derechos laborales terminan cortándoles el pescuezo (
...y les cortan el pescuezo"). Ay ay ay, que durísima canción, ¿no creen?. Una canción que habla sobre la reivindicación laboral, sobre el sindicalismo luchador en busca de la dignidad del obrero, un tema que podría haber tenido un final feliz, por lo menos en una canción infantil, termina de manera tan macabra como recordando los tiempos de la matanza en la escuela Santa María en Iquique, terrible hecho que fuera musicalizado por el gran compositor chileno Luis Advis y cantada en innumerables ocasiones por el grupo "Quilapayún".
Esta es la oscura pero verdadera realidad de las canciones con las que crecimos muchos de los que hoy leen esta penosa y reveladora reflexión. Y es mucho más duro analizarlo sabiendo que nos las cantaban nuestros propios padres, quienes en la teoría quieren LO MEJOR para nosotros. Que querían que no fuésemos abusivos, burlezcos ni miradores en menos con nuestros semejantes, cosa que claramente se les olvidó al momento de enseñarnos la dinámica de
"Cuántos panes hay en el hornooo!!! 21 quemadooos!!!, quién los quemóoo!!!, ¡¡¡EL PERRO JUDÍOOOO!!!". Esta dinámica infantil sí que no merece más calificación que
EL ANTISEMITISMO HECHO OBRA INFANTIL. O sea, el
ratón mickey que utilizó "Hamas" para difundir mensajes radicales contra Israel es un bebé de pecho al lado de tamaña atrocidad empleada para culpar el quemado de los famosos panes. Ni si quiera se reconoce la larga tradición de horneado que tiene esta religión que data desde el tiempo del
"pan ácimo" cuando fueron liberados de Egipto. Entonces en la "dulce canción" no sólo existe un directo ataque contra los semitas, sino una ignorancia rotunda al momento de reunir antecedentes para inventar un culpable.
Creo que nuestros padres y madres nos deben una buena explicación del tamaño horror de los mensajes que nos metían en los oídos con suaves voces y dulces melodías. ¡Pero atentos! para que no nos hablen de canciones blancas como el
"Caballito Blanco", cuyo jinete se burla atrozmente del indigente con la frase
"tengo, tengo, tengo, tú no tienes nada", ni tampoco se defiendan con los tres chanchitos de que buscaban "regalonearnos" con esas canciones, cuando quedó demostrado que al único que el lobo termina comiéndose es
"al chanchito regalón". Fatal final para todo peque consentido.
Frente a todo este trauma infantil, prefiero ver valores verdaderamente rescatables como el sacrificio con que un padre (Gokú) da la vida por su hijo (Gohan), en vez de derramar hasta mi última lágrima al ver como Marco queda sin el amor de una madre que viaja a Argentina en busca de mejor vivir desentendiéndose por completo de su familia en Génova.
Paz y Felicidad!,
Trapense.